De todo lo que estuvimos investigando para ilustrarles cómo es el sonido de la fiesta de San Juan, encontramos una descripción muy completa de los instrumentos y la música que inunda por tres días las calles de Curiepe en el texto Fiestas Tradicionales del Estado Miranda que escribió Luis Arturo Dominguez en 1990. Nos permitimos, entonces, transcribir aquí un fragmento:
El Mina es un tambor cilíndrico de madera, de uno o dos metros de largo con sólo un parche o membrana sujeta con bejucos o cuerdas que forman un arco que se sostiene a su vez con cuñas de madera incrustadas en el cuerpo del instrumento que, además de sujetar, se utilizan para templarlo. Este gigantesco tambor se apoya sobre una horqueta formada por dos palos cruzados que se denominan equis, tijereta o cruz de San Andrés, de manera que la boca del membráfono queda a la altura de la boca del hombre que le percute por medio de dos pequeños palos de araguaney conocidos con el nombre de “laures” y el otro extremo de dicho instrumento descansa en tierra. El ejecutante golpea rítmicamente el cuero del Mina y a esta percusión se superpone el constante toque sobre el cuerpo del tambor, a cargo de dos ayudantes que igualmente utilizan un par de “laures” cada uno, con los cuales combinan el tono por la alternancia de las manos o se practica un solo ritmo con dichos palos tocados al unísono.
Según nos han informado algunos músicos mirandinos, el ejecutor principal del Mina produce con sus “laures” los tañidos denominados: Corrío, Manotiao y Campaniao, en tanto que sus ayudantes al golpear el cuero del tambor Mina, sólo producen el toque conocido con el nombre de “pájaro carpintero”
El Mina siempre se acompaña con el Curbata, el cual se diferencia del anterior en cuanto al tamaño y al hecho de tener tres patas en el mismo cuerpo del instrumento. En cuanto al parche, amarre y forma de trenzarlo es semejante al Mina. A los toques de estos tambores grandes se incorpora la voz del solista que alterna con el coro, al mismo tiempo que se suman los silbatos de gururas y los cascabeleos rítmicos de las maracas. El Curbata se coloca al lado izquierdo del Mina o del individuo que percute este membráfono e inicia el toque como guía y lleva siempre un ritmo fijo, que solo se altera cuando cambia el toque del Mina, pues los roncos sones de éste, siempre van encadenados en respuesta al ta-qui-qui-ta-qui del Curbata, ya que este tambor es el que marca el aire armónico de la tonada. Una vez establecido el encendido de estos dos membráfonos, surge el alegre acompañamiento de los “laures” que golpean secamente sobre el cuerpo del Mina. Estos instrumentos se fabrican con madera de aguacate o guayabo. Tanto el Mina como el Curbata lo percuten de pie los ejecutantes.
La batería de tambores redondos denominados “culo ‘e puya” consta de tres membráfonos alargados y de escaso perímetro, con pequeñas diferencias de tamaño entre uno y otro ejemplar, y consta siempre de dos parches. Los culo ‘e puyas, además de la denominación general, reciben cada uno de ellos un nombre que los distingue, a saber: Corrío, Cruzao y Pujao. El primero de estos tambores, conocido también con el nombre de Prima tiene un sonido claro, bastante agudo. Se toca con un palo liviano de unos 25 a 30 cm de largo utilizando, al mismo tiempo, el índice de la mano izquierda y se lleva el ritmo con el mencionado dedo. El Cruzao recibe tal denominación porque cruza el ritmo del Corrío o Prima, invertiendo así el sonido. El Pujao tiene como oficio hacer el lleno de los otros dos instrumentos.
La caja de tambores redondos no alcanzan a medir un metro de altura, es elaborada de una madera muy liviana conocida con el nombre de lano (Ochoroma Lagopus. Bombáceas) la cual es vaciada con un machete. El parche que llevan los tambores Corrío y Cruzao es de piel de venado; el Pujao o tambor macho lleva cuero de perezoso. Ambos parches aparecen volcados sobre la caja y están atados por una serie de cuerdas transversales que van sujetando las cabuyas verticales de dos en dos. El temple de los tambores redondos se logra por el ajuste de las cuerdas verticales y luego de los transversales. A veces es suficiente con ajustar estas últimas. Antes de empezar a percutir el Corrío o Prima, se templa primero; el Cruzao se afina de manera que permanezca un poco más bajo y finalmente se templa el Pujao.
Para percutir los tambores redondos los músicos los colocan inclinados entre las piernas, apoyan el extremo inferior en el suelo y sujetan el cuerpo del instrumento con las rodillas en tanto se inclinan un poco sobre la boca del membráfono para tocarlo. El mayor de sus parches es el que se golpea, el más pequeño además de servir para sujetar el parche superior, durante la ejecución hace de cuero resonante. Estos instrumentos se percuten con “laures” y con una mano combinados: el palo sobre el borde del parche, y la mano en el centro. Los tambores redondos se acompañan con una maraca que suenan los mismos cantores, y sobre sus fondos rítmicos se entonan además diversos toques de tambor, en cuyas versificaciones alternan solistas y coros.